Rama II by Arthur C. Clarke y Gentry Lee

Rama II by Arthur C. Clarke y Gentry Lee

autor:Arthur C. Clarke y Gentry Lee
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia Ficción
publicado: 1988-12-31T16:00:00+00:00


32 - Explorador en Nueva York

El pequeño zumbador de su reloj de pulsera despertó al doctor Takagishi de un profundo sueño. Por unos breves momentos se sintió desorientado, incapaz de recordar dónde estaba. Se sentó en su cama y se frotó los ojos. Finalmente recordó que estaba dentro de Rama y que la alarma había sido programada para despertarlo después de cinco horas de sueño.

Se vistió en la oscuridad. Cuando terminó tomó una bolsa grande y buscó dentro de ella durante varios segundos. Satisfecho con su contenido, se echó la correa al hombro y se dirigió a la puerta de su cabaña y se asomó cautelosamente. No podía ver luces, en ninguna de las otras cabañas. Inspiró profundamente y salió de puntillas.

La mayor autoridad mundial sobre Rama caminó fuera del campamento en dirección al Mar Cilíndrico. Cuando alcanzó la orilla, descendió lentamente hasta la helada superficie por las escaleras cortadas en la piedra de los cincuenta metros de acantilado. Se sentó en el peldaño del fondo, oculto contra la base del acantilado. Extrajo un par de juegos de cuñas especiales de su bolsa y las sujetó a la suela de sus zapatos. Antes de echar a andar sobre el hielo, calibró su orientador personal a fin de poder mantener un rumbo constante una vez que abandonara la orilla.

Cuando estaba a unos doscientos metros de ésta, sacó de su bolsillo su monitor climático portátil que resbaló entre sus manos y cayó al suelo con un seco ruido en la silenciosa noche. Lo recogió unos segundos más tarde. El monitor le dijo que la temperatura era de dos grados centígrados bajo cero y que soplaba un viento suave de unos ocho kilómetros por hora.

Takagishi inhaló profundamente y se sorprendió ante un peculiar pero familiar olor. Desconcertado, inhaló de nuevo, esta vez, concentrándose en el olor. No había ninguna duda al respecto... ¡era humo de cigarrillo! Apagó apresuradamente su linterna y se mantuvo inmóvil en el hielo. Su mente trabajó a toda velocidad, buscando una explicación.

Francesca Sabatini era la única cosmonauta que fumaba. ¿Lo había seguido cuando abandonó el campamento? ¿Había visto su luz cuando comprobó el monitor del clima?

Escuchó cualquier posible ruido, pero no oyó nada en la noche de Rama. Siguió aguardando. Cuando el olor a cigarrillo hubo desaparecido desde hacía varios minutos, siguió su camino por el hielo, deteniéndose cada cuatro o cinco pasos para asegurarse de que no era seguido. Finalmente se convenció a sí mismo de que Francesca no estaba tras él. De todos modos, el cauteloso Takagishi no encendió de nuevo su linterna hasta que hubo caminado más de un kilómetro y empezó a preocuparse de haberse salido de su rumbo.

En total le tomó cuarenta y cinco minutos alcanzar la orilla opuesta del mar y la ciudad isla de Nueva York. Cuando estaba a cien metros de la orilla, el científico japonés tomó una linterna grande de su bolsa y prendió su poderoso haz. Las fantasmales siluetas de los rascacielos enviaron un estremecimiento de excitación por toda su espina dorsal.



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